Bajo los efectos de los actuales acontecimientos, cabe esperar en el gobierno bolivariano y en toda la capacidad de raciocinio de la nación la reflexión de que es perentorio armar al país para su defensa. ¡Una flota naval está en Mar Caribe con planes de agresión contra Venezuela y las proyecciones retratan, sí, una importante resistencia de combate del país suramericano, pero, desafortunadamente, con resultados de derrota si los agresores se determinan a entrar!
¿Pesimismo? En modo alguno. Realidad. La pregunta por realizar debiera ser ¿se debe esperar un ataque real para tomar la decisión de convertir a Venezuela en país de fuerza disuasoria más allá de "una importante resistencia de combate"? No, definitivamente, porque después del ataque hay el riesgo de que el país ya no sea tal.
Como Irán o Corea del Norte, Venezuela simplemente debe denotar la improbabilidad de invasión. Una cosa es que pueda ser bombardeada con un B-2, como le ocurrió a Irán, pero otra diferente es que no pueda ser invadida, lo cual no es el caso. A todos los gobiernos que han regido al país desde el bloque naval a principios del siglo XX le ha costado entender el axioma, no obstante ser… un axioma, un evidente requerimiento.
Los gobiernos de tendencia derechista no lo hicieron porque cohabitaban ideológicamente con el país pirata; y los de izquierda (Hugo Chávez y Nicolás Maduro), no obstante estar enfrentados con el ogro, no lo han hecho por los escrúpulos humanistas. Que el socialismo es humanismo es cierto, pero no debiera ser puerta de aniquilación. No se puede ser ese tonto país, repleto de tan incontables riquezas, incapaz de defender su bolsa sólo porque los postulados del humanismo te recomiendan la paz y el paradisíaco convivir. Por el contrario, es inhumano e irresponsable no salvar tanto la vida como las pertenencias.
Hugo Chávez prohibió el desarrollo nuclear en el país y el presidente Maduro no ha estimulado el desarrollo de la industria militar. Es verdad, se han dado pasos para ensamblar y fabricar propuestas de otros países, pero Venezuela no tiene su tienda propia de desarrollo. Se ensamblan fusiles de asalto rusos y drones iraníes, pero el país no despliega su propia ciencia y tecnología, sus propios concursos para la inventiva, la carrera universitaria especializada, la cultura popular de parir ingenios para defender la patria.
No tiene nada de criticable. Simplemente es la perpetuidad de la nación bolivariana. Venezuela no es ningún país angelical. Su historia habla de guerra e independencia, de decretos de guerra a muerte, de desbordamiento de la contienda hacia otras latitudes para proclamar libertades. Su socialismo se debe ejercer con un belicoso sentido de la supervivencia y pragmatismo.
¿Cómo debe decirse todo esto de modo que repique y retumbe en las conciencias? Toda entidad viviente debe poseer sus niveles básicos de agresión y supervivencia, sin extremos represivos que arruinen su perspectiva de porvenir. Venezuela es un país perturbadoramente rico. Eso es un hecho a asumir, pero no en el discurso baladí y jactancioso que la pinta como "el país más rico de la tierra"; sino en la actitud y aptitud de defender su humanidad y pertenencias. O acepta su destino y riquezas o los rechaza, regalando sus perturbadoras riquezas para evitar las molestias y vivir en paz.
Venezuela es un país en extremo vulnerable. Nomás con la voladura del Guri quedarían en un 75% a oscuras; no posee una flota de proporcional defensa para sus 4 mil kilómetros de costa; y no se ha sembrado en el nuevo paradigma bélico del combate marino con lanchas "avispas" y el desarrollo de drones. Estos dos hechos deberían ser una abundantísima realidad. El país debería ser un líder fabricante en estos dos aspectos. Su realidad geográfica y geopolítica lo clama.
Ser venezolano es una responsabilidad de vida. Ser venezolano debiera ser la conciencia habitante de una geografía caudalosa a defender. El ladrón imperial, el pirata, el enemigo ideológico e histórico, indefectiblemente así obliga a tal destino. Que otros sean los paraísos y santidades; la patria de Bolívar únicamente debería conformarse con seguir existiendo y ser libre.
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