Hay tres escenarios para el conflicto entre EE. UU. y Venezuela. El primero es el soñado por los norteamericanos: derrocan a Nicolás Maduro militarmente con apoyo interno ultraderechista y sanciones económicas.
Para este escenario habría que suponer que las Fuerzas Armadas de Venezuela (FAN) se fracturan, una parte para dar piso a la nueva realidad colonial y la otra centrada en una resistencia cívico-militar. Tal situación supone una cruenta confrontación inicial, primero de militares nacionalistas contra invasores, luego de los mismos militares contra militares pitiyanquis e invasores, después de civiles contra civiles y, finalmente, entre la masa sumatoria nacionalista y la masa sumatoria colonialista (invasores, militares y civiles).
No habría sucesión institucional, puesto que se trataría de una guerra. Se hablará de un gobierno de transición indefinido hasta recobrar la "democracia". Asumiría un presidente titiritero como Edmundo González junto a una figura creada de secretaria de Estado, ejercida por María Corina Machado.
Las calles serían escenarios de confrontación civil, lo cual, en el lenguaje de la ocupación invasora, justificaría la presencia abierta de tropas extranjeras y toques de queda genocidas. Se desataría una cacería recíproca entre nacionalistas y pitiyanquis. La resistencia anclaría en las barriadas, el Waraira Repano, las montañas, orientada por la doctrina de guerra asimétrica de la Milicia Bolivariana.
Se militarizarían los sectores ricos del país para custodiar magnates, jefes militares y políticos. Igual ocurriría con las zonas estratégicas mineras, como Zulia, Anzoátegui, la Faja Petrolífera del Orinoco y el arco minero en los estados Bolívar y Amazonas, bajo la figura de Zonas de Exclusión Aérea. También se militarizarían severamente los espacios de importancia geopolítica, como Táchira, La Guaira, Delta Amacuro y Amazonas. La palabra "masacre" repicará.
De inmediato se anunciaría la reactivación de la industria petrolera con bombeo directo a Texas. Venezuela empezaría a explotar petróleo en conjunto con Guyana en el Esequibo. El plan sería alcanzar 2,5 millones de barriles diarios en seis años. El precio del crudo caería en una relación de 10 a 1. La OPEP temblaría. Rusia y China iniciarían su retirada.
El problema para los gringos es que reparar la infraestructura costaría unos $200 mil millones en un plazo de 10 años y eso, como sea, no es ganancia para un país desesperado como los EE. UU.
Por más que se afane María Corina en regalar el petróleo, siempre será más favorable para el gringo pactar con Maduro para bombear petróleo por las buenas y evitar el lastre de lidiar con un país en guerra, donde perderían tropas y la poca credibilidad imperial que les queda. Nomás el hundimiento del portaaviones USS Gerald Ford les costaría $14 mil millones.
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