sábado, 22 de septiembre de 2007

Domingo Alberto Rangel y su incompatibilidad revolucionaria

Las palabra taxativas de Domingo Alberto Rangel no dejan otro camino: a Chávez hay que asesinarlo, si de sacar por sacarlo se trata. Es el único chance de la oposición, en sus palabras, porque es claro cuando reitera que "Chávez no saldrá por la vía electoral".
Considera que el presidente es más un "jodedor", con madera de politiquero, que dictador, como lo bautiza el oposicionismo internacional. Es un demagogo que maneja un cuento socialista "feudal o primitivo o cristiano" que mantiene engañada a las masas populares, quienes al descubrir la estafa -vaticina- dejarán de apoyarlo, se dispersarán en lo desde un principio son, por más que se organicen el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en una montonera.
Considera que Osama Bin Laden, fuera de la doctrina, reune todas las virtudes del revolucionario, arquetípicas como las del Che Guevara, por encima de cualquier Chávez, Evo o "sinvergüenza" de Nicaragua.
Y como corolario de la entrevista, en un esfuerzo de síntesis, sentencia que toda revolución es "incompatible con la democracia", porque por naturaleza es autoritaria, dándole el semanal pábulo al oposicionismo venezolano, quien tomó el argumento y lo nutrió con sus abiertos deseos de exterminio presidencial. Por ahí oí a Nitu Pérez Osuna el día jueves en su programa radial hacerse eco del argumento y darle y darle hasta convertirlo en un cachivache imaginario.
De modo que para este intelectual venezolano, fuera de Osama Bin Laden, pareciera que el verdadero revolucionario es el que ya está muerto, acostumbrado, según
estimo, a ideologizar sobre la base de los íconos y los símbolos, esto es, a entrar en batalla manejando ejércitos de sombras, batallas perdidas de antemano. Según se desprende, el capitalismo o neocapitalismo es una forma de vida tan poderosa, tan visceralmente natural, que es mejor no perder la vida ideando maneras para el cambio, mucho menos enfrentándolo, como si hubiera que esperar que se derrote a sí mismo, por cansancio, mientras en su trapiche se amontonan montañas humanas de guiñapos. Habría que preguntarse, entonces, dado lo condenatorio de sus propuestas, por qué hay hombres dados al trabajo de ejercer inútiles profesiones, como un revolucionario, por ejemplo; y porque hay otros dados al trabajo de teorizar a lo largo de su vida sobre lo inútil.
Por supuesto, hay que tener en cuenta que nunca es tarde para rectificar, como lo hiciera un grupúsculo de revolucionarios venezolanos como Américo Martí, Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Gabriel Puerta y otros, quienes presurosos le pasaron el borrador a la militancia errónea de su vida al contemplar el desplome del Muro de Berlín, la desingración de la URSS y el predicado hecho de que China se estaba pasando al bando de los "buenos". Como si estuvieran por encima de la historia, consideraron que el evento sellaba el final de un experimento, de una idea, de una postura filosófica, de sus propias vidas. Y pasado el tiempo, cuando usufructuaron atoradamente del mismo sistema otrora combatido, notan impávidos como los hechos vuelven, negándose a morir, causándoles malestar en el espíritu, ansioso de olvido; entonces recuerdan los lugares comunes de su juventud, época de ideales, sintetizados en frases hechas, como estas: las ideas no mueren, se transforman.
En sintonía con el callejón cerrado de sus apreciaciones, habrá que suponer también que el capítulo Allende no es más que un accidente histórico, donde el mentado socialismo de incompatibilidad democráticas ascendió al poder a través de las vías consagradas de la "democracia" capitalista. Pero que va, cuando toda una vida esta fundamentada en un culto a la muerte y la derrota (se ganan guerras con mártires, símbolos e ideas), nuevas empujones de la historia, nuevos estilos, nuevas formas de vida, nuevas versiones, nuevas propuestas, no pasan de ser subespecies o estériles híbridos que desdibujan la propuesta canónica.
Cuando en el contexto de una apología del desbancamiento de un tirano -que de socialista no tiene nada-, no hay ni siquiera la consideración de que existe una real crisis de identidad en la social-democracia mundial y que también existe, como consecuencia, un realce de los pueblos en la búsqueda de nuevas propuestas, es porque se ha disecado tanto el juicio y la capacidad de regeneración intelectual que en el panorama visual los dinosaurios empiezan a lucir como nuevas especies, a fuerza de ser lo único conocido. No se le da un chance a la historia, por más que ella misma se empeñe en demostrar que no hay razones para fundar una ciencia del vaticinio: ella es así, de incógnita e indomable.

Frente a ese hecho, resta vivir de dos más maneras, cayendo un poco en una complicación dialéctica: como hombre de idea que muere al pie de un totem ahistórico, o como hombre de acción (idealista también) que se va a explorar caminos. Así, oímos a los primeros cuando dan su opinión: ¿Revolución? ¿Socialismo?: es una vía idealista transitada cuyo fin le llegó en los años ochenta o noventa, final icónicamente encarnado en la caída del Muro de Berlín y en la muerte de personajes como el Che Guevara, Lenin, Mao y Fidel, que muere... Lo que por ese estilo se aspire, dentro o fuera del canon, está condenado al fracaso. Lo real es lo que vivimos, demostrándose así, por si mismo, que es lo mejor. Es por eso que para los primeros, los segundo jamás pasarán de ser unos aventureros irresponsables que le ofrecen cosas no escritas en la historia a los pueblos, hombres, por supuesto, como Chávez.
Por esta vía deriva Domingo Alberto Rangel en precisar que Chávez es un aventurero con el favor transitorio del pueblo al que hay que sacar por la fuerza, si no se quiere esperar el tiempo natural que tarde el proceso de agotamiento de su imagen y develamiento de su engaño. Como otros adversos, cae en el lugar común de recomendar su muerte como única vía, como lo hiciera recientemente Robert Alonso en Miami a través de su programa radial ("muerto físicamente"), como hiciera en su tiempo Marcel Granier ("no basta salir de Chávez, hay que hacerlo bien y exterminar sus raíces") o como manda Baltasar Porras, jerárca de la Iglesia Católica venezolana: hay que "ponerle un parao a Hugo Chávez".
El siguiente es un extracto de la entrevista que le hiciera Jaime Garvett Ocando en Quinto Día, del 14 al 21 de sept. de 2.007, p. 20. A la pregunta "¿Ha revisado la propuesta de reforma constitucional?", contesta:
Chávez no saldrá por la vía electoral, a Chávez lo tumbarán no sé cómo, si por golpe de Estado, por insurrección, por asesinato, pero menos por la vía constitucional. De modo que es inútil estar debatiendo una propuesta de reforma constitucional y eso no se va a aplicar. A Chávez lo sacarán de manera violenta, no electoral, del poder porque estamos ante un gobierno ventajista, abusador, prepotente, Chávez no saldrá sino por vía no electoral, no sé cuál pero siempre por una vía no electoral, lo digo con todo énfasis

¿Y si sacan a Chávez a través de la vía de un golpe, no se cae, Domingo Alberto Rangel, en lo mismo que despotricas de él: "un gobierno [...] abusador, prepotente"? Escríbe otro artículo de los tuyos o da otra entrevista y explícanos.



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