martes, 18 de septiembre de 2007

ONU: la gran prostituta de los nuevos tiempos


De pequeño crecí oyendo que Babilonia la Grande era La Gran Prostituta de la antigüedad, por aquello de andar permanentemente tentando y pervirtiendo al santo y elegido pueblo hebreo.
De grandecito vi cómo la imagen rodó en metáfora e interpretativamente empezó a calificar a países, hombres e instituciones. Lo cierto es que la idea de la Gran Ramera es inescindible de la "bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos" (Apoc. 17:3-5).
Modernamente, para muchos la gran prostituta es la Iglesia Católica misma (ver Dave Hunt y su razones aquí), para otros es la Organización de las Naciones Unidas (ONU; esta idea la trabajan los Testigos de Jehová). Respecto de la bestia (que tiene también sus interpretaciones), suelen encarnarla en las personas de Napoleón Bonaparte, Hitler, Stalin, etc, no faltando por ahí algún escuálido oposicionista fundamentalista que desee meter a Hugo Chávez en la lista.
De viejo no me gobierna el ánimo de defender a la Iglesia Católica, pero considero que su época de poder omnímodo pasó y en la actualidad suena débil eso de andar postulándola como la Gran Ramera pervertidora del mundo: la era científica finalmente desbancó el miedo opresor religioso. La Iglesia Católica ganó puntos para merecer semejante título cuando su rol se confundió con el Estado mismo imperial, feudalista o renacentista. En aquel entonces practicó genocidios y cacería de brujas que se extendieron hasta casi el siglo XIX, aunque todavía en el siglo XX y ¡XXI! algunos confunden la doctrina y quieren recordar viejos tiempos, como cuando el golpe de estado aquí en Venezuela, año 2.002, cuando los alcaldes Leopoldo López y Enrique Capriles Radonski se desbordaron y asumieron el título de Torquemadas, persiguiendo a todo lo que tuviera color y olor a revolución, incluyendo gatos, perros y hasta paredes pintadas de rojo. Algunos calculan que la Iglesia Católica se tiró al pico unos 5 ó 6 millones de almas en medio de su afán antiséptico.
Con ánimo más bien de jugar con las ideas, parece más preciso señalar a la ONU como la gran puta de estos tiempos, dado su papel veleidoso a hora de aprobar invasiones y mandar perros a la guerra. Financiada hasta en un 60% en sus gastos operativos por los Estados Unidos de América (EEUU), resulta poco creíble su condición de juez de paz mundial, tomando en cuenta que un juez debe caracterizarse por aplicar justicia ciega y equilibrada. Ello nos mete en un gran problema ético, porque por más que esforcemos la razón no podemos encontrar justicia en todas las incursiones gringas que ha avalado con el cuento de las fuerzas de paz, cascos azules o alianzas intercontinentales.
Pero el esquema fanático religioso de hace un ratito en nada se acomoda con la situación presente, a pesar de afirmar que la ONU es la gran putica de estos tiempos. Literalmente, en la profecía de Juan la Gran Ramera cabalga a la bestia, deduciendo de ello que el poder encarna en la comerciante de la carne. Pero la ONU de hoy, mirándola bien, no parece cabalgar a nadie sino que, por el contrario, es cabalgada por los proxenetas inescrupulosos, EEUU y compañía. De modo que habría que rectificar la idea y afirmar que la gran nación del norte califica para merecer el ansiado título mercantilista y la ONU el de burra apaleada, dado su papel payasesco en el ámbito internacional.
Los desmanes que jinete y cabalgadura han cometido se traducen en una gran desolación mundial. Muertes, invasiones, violaciones de derechos humanos, guerras estúpidas (debe haber una por ahí que no lo sea), exterminios civilizatorios y párese de contar.
La ONU es una institución caduca, post guerra, de estructura fría (en el sentido bélico), al servicio de viejos vencedores sobre los vencidos después de una guerra que ocurrió en el siglo XX. Ha debido reestructurarse con la caída del Muro de Berlín y la descomposición soviética, al menos como muestra de buena fe de las potencias vencedoras en cuanto a apreciar que las fuerzas simétricas del mundo han variado aunque sea un poco.
Pero no, la actitud arrogante de quienes se acostumbraron a mostrar el cañón para obligar a los demás , en nada ha variado y pretenden cultivar una organización anclada en la época de la Guerra Fría para perpetuar unos intereses insostenibles en un mundo mutado. El mundo estuvo a un tris de caer en una situación de unipolaridad, la ONU terminó conviertiéndose en una institución etnocentrista que amenaza civilizatoriamente a las naciones islámicas (con vergonzosa excepciones), el terrorismo internacional ha cobrado cédula legal como fuerza militar, siendo consecuencia directa de la unilateralidad misma de la bendita organización, y a cada rato el mundo se reconfigura en una relación de fuerzas donde hasta países en subdesarrollo ostentan armamento atómico (léase Pakistán e India), dada la conveniencia de quienes mueven los hilos. De vez en cuando hacen alarde manipulardor de viejas glorias y acusan a uno que otro país de ser o promover el comunismo. (Perdón, me refiero a sus amos).
La institución payasesca de la ONU es sólo un matadero internacional de chivos expiatorios. Ya ni siquiera impide invasiones -es un puro avalar- y sus propios sostenedores económicos, los EEUU, han amenazado con borrarla del mapa. La invasión a Irak fue una simple patada en su gordo y frío trasero. Sólo funciona como institución incorpórea a quien se le echa la culpa de debilidades humanas o asesinatos en masa. Y como es incorporea, no hay cuerpo del delito ni cuero que pague el castigo. "Maté a 100 mil, pero es legal porque la ONU nos permisó", "Violé a 2.000, pero a quién le importa si la ONU se hizo de la vista gorda".
Por eso también dan risa las declaraciones de algunos voceros de países europeos, como, por ejemplo, Frederic Desagneaux, del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, quien afirma que Francia es respetuosa de las decisiones de la ONU, recordando que la fuerza multinacional "se encuentra en esa nación [Irak] por mandato de la resolución 1723 del Consejo de Seguridad" (13-sep-2.007), y que todo lo dicho anteriormente se pelea con el buen deseo francés de que la invasión acabe de una vez por todas. ¡Parrafadas! La invasión desde un principio es violatoria de todo acuerdo internacional y cualquier expresión posterior de respeto a una regla derivada está viciada en esencia y consistencia.
Después de ser herida de muerte por su propio amo, quien la desconoció, la ONU tuvo la brillante, indigna y cantinflesca idea de irse hasta el lugar de los hechos y emitir una resolución para "acabar con el mandato de la fuerza multinacional y poner fin a su presencia en Irak", dándole con ellos estatus de legalidad a la invasión y ofreciendo la parte trasera del cuerpo (como muchos mamíferos en derrota) para que le perdonen errores del pasado.
La ONU debió salvar su institucionalidad y asegurar su pervivencia condenando a los EEUU desde un principio, enérgicamente. Pero su papel parece ser ensañarse con pequeños países que no le puedan propinar un significativo regaño. La opinión de pequeños países, alineados o no, le tiene sin cuidado. Ahora está en bancarrota moral, rogando perdones y prometiendo resoluciones en mayor consonancia con los "buenos" del mundo. A Kofi Annan le tocará la deshonra de ser el uno de los mayores payasos que presidieron su silla: delante de sus ojos se cometió una de la más grandes barbaridades.
Que sea una gran ramera o burra apaleada, a la ONU tampoco se le quita méritos para optar por otra condecoración de valía, la de Gran Payasa Universal.

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