Las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sencillamente son enterradas por estos sectores, y en su lugar, en sus medios de comunicación, transmiten la imagen cínica de los hechos de abril de 2.002 cuando la gente hacía colas para comprar artículos y alimentos de primera necesidad en medio de una situación generada por ellos mismos.
Ahora mismo someten al país a una gran tensión al promover la matriz de opinión que en el país no hay nada y hay que hacer cola para todo, responsabilizando de la escasez al formato ideológico y económico por el cual los venezolanos están optando. Claros en que el asunto no es más que una estrategia política con miras a reblandecer el voto por el "Sí" en la próxima votación, no se justifica, por el otro lado, desde el punto de vista ético y del amor a la patria, que sean ellos mismo, la oposición política venezolana, quienes generen coyunturalmente un estado que no dudan en bautizar "crítico". En conchupancia con el empresariado golpista agremiado en Fedecámaras y los poderosos medios de comunicación prestados para el engaño, someten a la población a un estrés de masas. La cuña -ya retirada- del comerciante que pierde su negocio porque el gobierno se la quita con la nueva Reforma Constitucional hizo su trabajo, así como en la actualidad hace su trabajo el desmedido afán de manipular cifras, no importándoles a gente tan descarada los reclamos de los mismos responsables de las encuestas, como ocurrió con Seijas, quien los reconvino y les espetó que la cuenta no daba lo que ellos decían.
Es la locura peligrosa de la fiera que echa el resto antes de despedirse hacia el otro mundo. Y por ello no sorprende la falta de pudor en comportamiento tan trapacero, si más allá se nota a leguas que en la hora presente trabajan a tiempo completo con el propósito de deponer, a como de lugar, al presidente de la república.
El acto de pedir cambios en la orientación económica y política del país, en momentos en que los venezolanos poseen el salario mínimo más alto de Latinoamérica, Venezuela tiene uno de los crecimientos más altos del mundo y el alza del poder adquisitivo de la población alcanza un cenit histórico (especialmente en las clases D, E y F); es poco menos que una locura, por no decir ridiculez, pues se nos presenta a la inteligencia como, por ejemplo, la solicitud que pueda hacer un fanático beisbolero de que Magglio Ordóñez se retire de las grandes ligas sólo porque él conoce a Zutano Perencejo, que lo puede hacer mejor. Vea la tabla de los salarios en América Latina, haciendo la salvedad que en Venezuela en el 2.003 el salario mínimo se ubicaba en $154:
- $286 Venezuela
- $259 Argentina
- $255 Chile
- $206 Colombia
- $170 Ecuador
- $156 Brasil
- $155 Perú
- $108 Uruguay
- $103 México
- $55 Bolivia
(Informe Latinobarómetro 2.007, CEPAL, citado por Últimas Noticias (2.007) nov 22; p. 38)
Así, sus marchas, sus faranduleros estudiantes en las calles, sus vaticinios económicos de cataclismos, lucen como una realidad virtual, una suerte de mental entelequia aparentemente diseñada con el hedonista propósito de conjurar perdidas prebendas. Como el personaje traidor de la película Matrix I, ¿recuerdan? -es gringa, ellos sabrán de qué hablo-, cuando le pide a las máquinas que lo metan en una de las capsulas generadoras de calor pero con la condición que le provean durante su inconsciencia la fantasía de complacer sus deseos. Así están ellos, en un resquicio temporal de la realidad.
Tan es así su pulsión hacia lo virtual que el comportamiento locuaz de la oposición política venezolana no escatima esfuerzos a la hora de crearse un país particular, un Estado paralelo, de uso exclusivo para ellos, donde ellos, los sectores perdidos, mandan y complacen a cada rato (virtualmente, es claro) sus frustradas necesidades del plano real, realidad chavista, por cierto. Tienen sus propios medios de comunicación que los complacen perennemente repitiendo como loros las terribles cifras de la realidad, hacia donde se resisten migrar. Tienen sus empresarios que a cada rato cogen palco en las cámaras de TV para realizar los apocalípticos vaticinios sobre la realidad chavista, plano hacia la cual ellos no desean migrar. Tiene sus propios medios de producción, en las tinieblas, de uso soterrado ante la ley, donde todavía cometen sus desfachateces explotadoras. Hasta hace poco tenían en Milos Alcalay una especie de canciller en la ONU. Tienen en mente siempre un gabinete de Estado virtual, listo para llevar al plano de la realidad en el momento que depongan al gobierno bolivariano. Poseen relaciones internacionales y diplomacia establecidas con los gobiernos que sueñas con la caída del "régimen", como EEUU, Perú, Costa Rica, Colombia, donde de ordinario se cobijan quienes perpetran en Venezuela delitos de Estado o de lesa humanidad, como el ejemplo emblemático de Carmona en éste último y Ortega en Perú. Si un economista de la talla de Joseph Stiglitz es invitado por el gobierno venezolano, ellos, desde su virtualidad de Estado, se invitan también a Edmund Phelps, otro Premio Nobel de Economía, como ocurrió recientemente, y arman una suerte de lucha de planos paralelos, en materia económica en este caso, colocando en una esquina al púgil del mundo del más allá contra el de la realidad, cuya fortaleza y presente corporeidad no les deja conciliar el sueño o encarnar, según se vea.
Y así por el estilo. Del modo más natural se lanzan en giras de "Estado" por los ámbitos de América del Norte y Europa en busca del país perdido, se dirá, denunciando con grandes aspavientos que el molde de la realidad haya sido colmado con formatos revolucionarios o bolivarianos que promueven un extraño socialismo específico del siglo XXI, cuando la verdadera realidad es la que ellos propugnan, es decir, la virtual, la real perdida, la vieja, la colonial o si es posible feudal, la explotadora del hombre por el hombre, la de todo el "mundo progresista". Con fantasmal enfado dejan consignado sus apreciaciones sobre la amenaza que Hugo Chávez constituye para el mundo civilizado e, infinitos, piden una condena, una intervención o lo que sea, antes que sea demasiado tarde, vale decir, antes que ellos se queden confinados definitivamente al mundo de las sombras, de los recuerdos de viejas épocas y de etéreas impresiones.
La constatación real de una mejor situación de vida entre los venezolanos no deja de lado, sin embargo, la percepción que en la actualidad se vive un momento de boom de los precios petroleros, y en un país vendedor de petróleo como el nuestro fácilmente puede construirse una confundida entelequia sobre la prosperidad y la bonanza. No se debe, pues, en nombre de una sensación de bienestar dar templo a los “ídolos del prejuicios” a la hora de balancear con el mejor esfuerzo objetivo las macro políticas del Estado en materia de inversión social y económica (resortes de la revolución), lejos de la manida práctica neoliberal de dar la impresión de riqueza internacional cuando la realidad es que se es pobre interiormente, en casa, hasta en el alma. La vieja conseja sobre la "siembra del petróleo", magníficamente confeccionada por el escritor Arturo Úslar Pietri, debe constituirse en una máxima en toda economía cuya mayor fortaleza es la venta de un producto que cuando se agota se acaba para siempre.
A riesgo de levantar gran alharaca entre las filas enloquecidas del oposicionismo venezolano, se debe propulsar el fundamento revolucionario de la inversión social, del pago de la deuda histórica con los expoliados de toda la vida, o, como ha dicho el presidente Chávez, se le debe dar “poder al pueblo”, lo cual en la práctica se concreta como una de las mejores expresiones -sino la mejor- de la máxima mencionada sobre la siembra del petróleo. Un pueblo alfabetizado en su totalidad, con acceso equitativo en los centros de enseñanza y ahora, con la propuesta de la Reforma Constitucional, en trance de explotar comunalmente, es decir, con la posibilidad de gestionar por si mismo su propia circunstancia histórica, en su aspecto administrativo, ético, político, económico y social.
El "poder para el pueblo" es una de las realizaciones de la "siembra de petróleo" que la revolución bolivariana debe encarar y que, sin duda, ha hecho durante el pasado inmediato. A través de la Reforma Constitucional se propone su institucionalización.
Por supuesto, ya se oirá en grito opositor en el cielo, pues, en su jerga, lo que es para el gobierno bolivariano inversión social, es para ellos gasto público, perdidas sus mentes definitivamente entre los códigos del formato neoliberal de siempre, ese mismo que vive de los maquillamientos de cifras y de las impresiones falsas de prosperidad que da el hecho de colocar los fondos de la patria en cuentas de bancos suizos o en grandes centros financieros internacionales que viven de la estupidez esnobista. El caché, en fin. Aquí entra también el tema del Banco Central, propuesto a reforma en la próxima fecha de votación, cuyos montos manejados pierden para siempre el espíritu neoliberal de lo aparentoso y estático próspero, de riqueza acumulada, sacrosanta, a la mar de inútil en un país que propone una dinámica de inversión social y trabajo con el pueblo sin precedentes.
Definitivamente, cuando se revoluciona un país, se revoluciona también hasta el mismo lenguaje, y lo que a un tecnócrata le parece un exceso en sus coordenadas es una virtud para la óptica de los cambios. Leo, por ejemplo, que en el 2.003 el gasto público creció en un 699%, y ello activa las escandalosas alarmas de los intérpretes opositores; pero también leo, desde la óptica de la otra tesis, la bolivariana en curso, que dicho gasto, redenominado "inversión social", en esa cifra es insuficiente y ha debido dispararse hasta las esferas del millar.
De cualquier manera vale la precaución sobre la siembra petrolera y sobre no contaminar la capacidad de raciocinio con los ya mencionados ídolos del prejuicio. El mismo Domingo Maza Zavala, que en cualquier tribuna no pierde tiempo ahora para denunciar el disparo del gasto público, no deja de tener razón cuando aconseja cautela en una extrema dependencia del ingreso petrolero ("Necesidad de una política fiscal" en Últimas Noticias. - (2.007) oct 21; p. 66). Pero cualquiera la tendría ¿no creen?
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