viernes, 9 de noviembre de 2007

A Jon Goicoechea y también a los dueños del circo


Cuando los dos jóvenes de la delegación estudiantil ejercieron en días pasados su derecho de palabra ante la presidencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y uno de ellos, Jon Goicoechea, arguye que a él no le fue pedida su opinión para la Reforma, no puede uno menos que sonreír, pero sonreír miserablemente, full de tristeza ajena, porque uno se sobresalta de la posibilidad que sea nuestro el pellejo el que así estuviera justificando las latas de leche que nuestros padres gastaron en alimentarnos. El joven dio la impresión en esos redondos minutos antes las cámaras nacionales que de repente había crecido y se había hecho hombre para que otros jugaran papagayo con su humanidad. Así de sencillo, como cuando se dice -con el perdón de las féminas a este machismo- "comida para los zamuros", refiriéndonos a la cría de una muchacha, misma que será entregada en matrimonio en su mayoría de edad a otro que no tuvo que ver un carrizo con el costo de su crecimiento.
Jon Goicoechea fue entregado por su familia como tributo al golpismo opositor venezolano, y no en matrimonio, lo cual podría augurarle una larga aunque ajetreada vida, sino en calidad de sacrificio. Cuando él dice que no le preguntaron, así con un real aire de humano perdido, no hace más que ratificar su condición de víctima propiciatoria -mártir para quienes lo empujan- que sólo conoce lo que le está dado que conozca, esto es, su destino de procurarle un gran favor a los suyos, pero sin conocer el cómo de este propósito. Sólo caminar, ir hacia allá, pronunciar tales oraciones -comprenderá que es lo suyo, sin saber que escenifica el ritual que va al encuentro de la piedra funeraria. Como solía pasar entre las culturas que sacrificaban humanos, que hacia el final del trayecto, cuando la víctima olía su fatal destino y exteriorizaba su angustia, sedaban sus temores bajo el efecto de alucinógenos. A Jon Goicoechea lo han sedado con el cuento que es un héroe, un agudo estudiante con dotes geniales para la dirección política que de pronto fue descubierto para salvar a la patria, así, con todo el descaro de "la noche a la mañana", del mismo modo que se descubre un talento para que sea una estrella de cine. Su encarnada humanidad batiendo las mandíbulas las veinticuatro horas en el canal de noticias Globovisión así se lo ratifica. Es una estrella, no hay duda.
Lo mismo ocurre con el otro que tuvo su oportunidad (¿Sánchez?), un poco más avispado él. Dio un discurso político ante una tribuna que, en términos administrativos, sólo esperaba su propuesta. Su intención, varias veces combatida por la magistrada, pugnó por imponerse a fuer de comprender que ellos allí pintaban el desolado cuadro de la sin razón, cuadro surrealista, cuyo propósito es montar un escenario mediático histérico que disimule la honda certeza de la imposibilidad y la derrota. Por ello tampoco sorprende que, de todo el discurso que soltaran, que les hizo creer universitarios dueños de sí mismos, lo único que flotó en el ambiente fue el mensaje encomendado: "Doctora, la tranquilidad de la República está en sus manos", que es como decir, si no hacen algo, algo pasa. La violencia, en fin, galopante en sus almas, cuando no tienen el tacto de comprender que proponen el socavamiento de la ley en el templo mismo que las preside.

Por ello se infiere que son borregos perdidos, uno estimulado en el centro cerebral de la megalomanía y otro en el centro fundamental del cinismo, desde el mismo momento en que lo sabemos estudiante de Derecho y desde el mismo momento en que sabemos que él sabía lo que estaba haciendo. En todo caso, ambos aseguraron una proyección cinematográfica para una colección que ellos imaginan capítulos gloriosos de la patria, dado el hecho de tumbar a Chávez en breve plazo o devolver la Reforma.
Pero nunca antes -lamento decírselo, pajaritos- estuvieron las cosas mejor fundadas en medio de un estado de Derecho como ahora, por más esfuerzo que despliegue el golpismo mediático del cual ustedes son decorados, marmolería que pisan los chivos pesados que invocan el golpe de Estado. Ahora menos que nunca hay que estar devolviendo nada a título que nadie comprende los cambios planteados con la Reforma, menos cuando las propuestas anclan en la legalidad y menos aun cuando las instituciones están llamadas a combatir y corregir viejos vicios del pasado de real socavamiento de la democracia, como aquel famoso antecedente del vacío de poder, libertad para los golpistas, inmunidad para los medios de comunicación facinerosos, entre otras bellezas.
La propuesta nace de una circunstancia legal que le confiere la potestad al presidente para legislar: La Ley Habilitante, de tradicional uso en este país, en el pasado, presente y hasta futuro. ¿A qué patalear con el cuento que ese poder vale menos ahora que antes, cual muchachitos llorones? ¿No les gusta la Habilitante? Quítenla mediante referendo.
Pasa por una Asamblea Nacional, donde se le realizan ajustes, se sanciona y obtiene la certificación ciudadana para presentársela al pueblo, a cuyo arbitrio se somete, y con cuya decisión se incorporan dichas leyes al corpus jurídico de la república. ¿A qué dar pataletas con el cuento que no los invitaron a la Asamblea Nacional para pedirles su opinión? ¿Quién carajos tiene la culpa de que la oposición venezolana, a la cual ustedes se deben, señores estudiantes, haya decidido apagar sus micrófonos de participación en la Asamblea? ¿Quién carajos? ¿Debe, por consiguiente, estar todo el país pagando por los errores cometidos por quienes nunca han querido asumir una posición de constructiva nación? ¿A qué carrizos viene eso de estar llamando estúpido al pueblo venezolano con argumentaciones triviales como "a mi no me avisaron", "no me pidieron mi opinión", "yo no me había desarrollado", “sólo tenía un pelito en el pecho”, ante la sede de la máxima magistratura? ¿Debemos también ser culpables por la estupidez de Jon Goicoechea y compañía, y en nombre de ello, todo arrepentidas, deben las instituciones devolver los proyectos de ciudadanía sólo porque el señorito no ha cumplido mayoría de juicio, así como el combo de sus estudiantes burguesillos? Algo así como esto: “Jon Goicoechea no ha crecido, debemos devolver el proyecto. Creemos que es hasta virgen todavía”
No, mis amigos, no hay vuelta atrás: después de ser sancionada en la Asamblea, la propuesta de Reforma tiene 30 días para su ejecútese, de los cuales queda algo así como dos semanas. Devolver cualquier cosa que ande encaminada sobre los carriles de la ley, en estos momentos en que arrecia el golpismo nuevamente en Venezuela, es prestarse para el mismo, como cuando en el pasado se expidió una suerte de permisología ingenua, en nombre de un humanismo sobredimensionado, para que destruyesen el Estado. Policías escupidos en sus rostros, asambleístas dejándose tocar el trasero, los poderes públicos tomados como cagaderos, presidente humillado en su investidura, canales de televisión convirtiendo al país en un vaqueril oeste, militares pecando de la indignidad de fallarle a sus deberes, dobladas las rodillas por la promesa de los cobres y altos cargos directivos. No, mis amigos.
Todo tiene su final, y ustedes, breve sector estudiantil de universidades privadas, no serán precisamente quienes rompan la máxima.

¿Qué no es legal la Reforma? ¿De dónde viene ese cuento? Métanse en el texto constitucional y certifique usted, sector golpista, que es una de las vías para modificarlo, aparte de la Enmienda y la Asamblea Constituyente? ¿Que modifica la estructura fundamental y los principios y valores del Estado, siendo necesario una Asamblea Constituyente? ¿De dónde lo saca usted, don señor golpe, si la estructura y los principios fundamentales del Estado descansan en los artículos comprendidos entre el 1 y 9, y ellos no han sido tocados ni con el pétalo de una rosa? ¿Ah, que a ti te da la gana y todavía no has cumplido mayoría de juicio, don estudiante, y ni cuenta te das que te manipulan y quieren exprimirte como a un pendejo para sobre tu cadáver montar el estupro de una dictadura? Ese es otro cuento.
Ansioso está el pueblo que pasen nomás unos cuantos meses para recordar sus bovinos rostros, compungidos, leyendo recetas, llenos de olvido, como es la suerte de quien es instrumento ciego de su propia destrucción. A ver, hagamos un esfuerzo nemotécnico y veamos sus imágenes reflejadas en el espejo: ¿Carlos Ortega, Pedro Carmona, Carlos Fernández, Nixón Moreno, Eduardo Lapi, Orlando Urdaneta, Alfredo Peña, Napoleón Bravo y, ahora, Raúl Baduel? ¿Le dicen algo?
¡Estudiantes opositores, a otra escuela con ese cuaderno!
Ante el golpismo, se debe aplicar la ley en su severidad, pues se infringe de la peor manera. No lo decimos nosotros, lo dice el Presidente de la República. Recordemos:



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