Un ultraderechista normalmente es una persona bruta, especialmente si es de los que gritan entre la oposición venezolana. Eso es un hecho, faltando nomás que científicos lo asienten en un libro como una definición más, así como se define familia, célula o agujero negro.
Un ultraderechista repite lo que oye, cree que la felicidad está en ser blanco y tener dinero, ama a los Estados Unidos y Europa como lugares de "primer mundo", no siente como patria al país donde nace si no se parece a Hollywood, visualiza la traición a su madre como un arma política, es esclavista y no discierne cuándo él mismo está siendo esclavizado, no profundiza lecturas más allá de folletos, odia a los comunistas porque son cultos y lo puede contagiar, y cree que la fama y el Premio Nobel son el máximo logro para un ser humano. En fin, posee un cerebro hecho de esponjas que se hincha con el agua que cae de las fachadas y apariencias. ¡Él mismo se llama escuálido!
Si alguien se pone a decir verdades a su lado, el asunto se complica. Por ejemplo, decir que las siete bases militares gringas en Colombia fueron diseñadas para monitorear finalmente a la Venezuela petrolera puede generarle un síncope. ¡Eso no lo ha dicho ninguna autoridad gringa! Un infarto puede darle insinuar que la DEA y esas bases militares comercian con cocaína, así como comercian con el petróleo robado en Irak, Libia y Siria. ¡Eso es mentira!
Te puede agredir si razonas que dichas bases militares, la armada gringa en el Caribe y el uso de la CIA y de María Corina Machado como caballo de Troya constituyen la maduración de un plan final para invadir a Venezuela.
La insólita escasez de neuronas autónomas dentro de su cavidad craneana lo lleva, inclusive, a rechazar que los Estados Unidos lo que buscan de la tierra de Simón Bolívar es el petróleo y su oro, queriéndose coger también el Esequibo. Se revuelve terriblemente, soltándote en tu cara que es falso, que buscan es democracia y libertad. Y luego tú te embruteces también después de oír semejantes burradas, pudiéndote hasta morir de la impresión.
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