sábado, 22 de julio de 2023

DE LA COBARDÍA O VALENTÍA INDEPENDENTISTA VENEZOLANAS

Quien sostiene a un montón, debe estar colmadamente atendido. Es la lógica, pues la columna que soporta a todos no es deseable que se quiebre. De ocurrir, entrañaría el quiebre de ese sociosistema, teniendo probablemente que trabajar o exponerse algún miembro no preparado del grupo para hacerlo, con consecuencias. En la ecología del montón, cada individuo realiza una tarea y madura para eventuales funciones. 

Podría ser que todos fuesen unos parásitos viviendo a expensas de un sacrificado, pero, más allá de la moralidad, conforman una situación con peculiaridades aceptadas entre sí, de pronto violentadas por el cese funcional del sostén primordial. Es lo que se conoce por unos como la paz de los lagos o de los muertos, por otros. Nadie se entromete, cada quien sigue su curso. Ha de haber un propósito positivo en medio de un conglomerado de voluntades sincronizadas. 

A los occidentales les gusta un mundo entrometerse en la vida de otras culturas, como si la suya fuese el prototipo modélico a seguir: desde hace rato tienen una fiesta criticando la burka de las árabes, la forma política de los asiáticos, la comedera de roedores por los chinos o de insectos por los desérticos, etc. Por hablar de un aspecto, es como si ese concepto de democracia que manejan, heredado de los griegos y plegado a sus intereses en el tiempo, fuese el zumo de la perfección política, olvidando, por ejemplo, que el modelo helénico original segregaba la participación de un cosmos de seres humanos. Como concluyeron los españoles cuando se toparon con los aborígenes americanos: no todas las personas eran seres humanos. 

Llega el sostén a su hogar luego de un día de trabajo. Todos se congregan en torno de la cena. La consorte, escasa de luces, procesó una dosis ideológica de manipulación occidental cuando oyó que los hijos son el futuro y, en consecuencia, decidió sacrificar el presente: empezó a servir menos proteínas al protector. Con la medida proyectada en el tiempo aseguraba, con matemática certeza, el acabose del vigor industrioso familiar. También había oído sobre los derechos de los niños, sobre su posibilidad de elección, y ya estos informemente deambulaban por los espacios de la casa. En un mundo manipulado por poderosos pederastas, se adivinaba la escena de un niño eligiendo de modo irrefutable a su victimario. 

Es fácil criticar al gobierno venezolano cuando evidencia no poder deshacerse del yugo imperial estadounidense, sin considerar delicadezas de fondo. Nadie defiende la sumisión (y menos en el caso de un país libertador como el bolivariano), pero en un mundo tapiado por la injusticia y la impunidad parece preciso hasta la irreverencia administrar. ¡Cuánto no anhela la psique nacional plantar frente abierta contra el miserable extorsionador, como lo hacen otros como Irán, Corea del Norte, China, quienes hasta navíos le confiscan! La razón superficial llama a la acción audaz contra el esclavista y ladrón, tanto más cuanto Venezuela es el país en el mundo con la mayor cantidad de riquezas minerales y geoestratégicas a defender; la razón profunda, como en el caso del hombre sostén de un montón, debe considerar mantener la figura primordial, el poder, el poder político sobre una población dividida y brutalmente envenenada desde el exterior mientras el resto del cuerpo gobernante logra objetivos y funciones parciales para la maduración de una batalla decisiva. El cuido de la forma es fundamental. Los países sublevados mencionados, admirados por demás, poseen a su favor la cualidad del alejamiento respecto del ogro y de no estar bajo la jurisdicción dictatorial de la llamada Doctrina Monroe. La proximidad geográfica del coloso y el distanciamiento de los aliados, como también le acontece a México, obliga a la ejecución de una estrategia de persistencia de lucha en medio de los disimulados formatos de la diplomacia, lo cual, para el gusto de un país originariamente rebelde, pareciera comulgar con la cobardía. 


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