Después del 10 de enero, investidura presidencial tramitada, visto el escaso potencial de la derecha para revertir su destino de derrota política en Venezuela, cabe preguntar, de modo lógico y hasta necesario, ¿y ahora?
Esa pregunta está sobre la mesa y toda pluma que chorrea crítica explota ese cartucho en medios y redes sociales, especialmente después de la fallida provocación de María Corina Machado de fingirse secuestrada para generar una explosión política, la cual, sin pena ni gloria, no ocurrió.
Triste la vaina, como dice el pueblo crítico en la calle, evadiendo a esas criaturas políticas que deambulan con su tragedia por doquier, en duelo, no vaya a ser que le exploten en su cara el petardo de su amargura.
Pero es un asunto de admirar la pertinacia de semejantes entidades, aún frescas en su derrota, buscando ahora fechas consoladoras, señales en el cielo y la tierra, vuelos de pájaros, brujos, cualquier cosa. Sumidas en el duelo de la actual estrujada, estiran el cuello para otear nuevas posibilidades, no importando que rezuman de repetidas angustias. Se llama esperanza, y poco vale que implique sustituir el presente luto por otro posterior; mas se trata de una esperanza oscura, mortificante, como la de un fanático que se autoflagela.
En lenguaje psicoanalítico, es Tánatos quien anda de festival entre la oposición venezolana con su pulsión de ultratumba, a la mar de deprimida, con esa su incongruente esperanza de negra redención. «O se va el dictador o me muero yo»
Y ahora el 23 de enero es esa nueva fecha en el psiquismo opositor. Como se dice en coloquial, no ha bastado la pela del mismo 28 de julio electoral, el fiasco que vivieron con el brujo haitiano, la estafa con la organización mercenaria "Ya casi Venezuela" y la del 10 de enero, la más dura, porque evidenció la anemia crónica de una oposición que se suponía con todos los recaudos, a saber, una presunta victoria electoral, un presunto presidente electo y una también presunta vicepresidenta, lo cual no obstó para la derrota.
Desde ya empiezan las redes sociales a regurgitar furores con la nueva esperanza opositora, el 23 de enero, fecha de derrocamiento de dictadores, a lo Marcos Pérez Jiménez, pues. ¡Ahora, sí, Nicolás Maduro, a correr! ¡¡Llegó tu fin!! El 23 de enero es el día D. Maduro es el dictador y la oposición es ese "mayoritario" pueblo aquejado por sus dictámenes, como transpolaron los antiguos adecos la situación al presente.
Este loco acto opositor de cubrir una tristeza con otra lo describe pintorescamente el venezolano en la calle cuando dice que se saca una borrachera con otra, al amanecer enratonado y correr a beberse otra andanada de cervezas.
«¡Salud, por la libertad!» «¡Que viva el 23 de enero y la patria, no jodan!»
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