Cacareados anuncios de la lógica política: el gobierno de los EEUU, ya instalado sobre las reservas petroleras iraquíes e imposibilitado de plantearle una guerra a Irán para realizar su juego de barrido y mesa limpia en el Medio Oriente, ha venido a rumiarnos sus amarguras y a pagar los platos rotos con nosotros, Latinoamérica, su eterno cuento de "patio trasero” o granero monroeista.
Pero ¿cómo es eso de los platos rotos, si supuestamente ganaron la guerra en Irak y tienen "prensados" a los iraquíes, divididos y echándose plomo entre ellos mismos? La pregunta la podría formular un lector de noticias en titulares, ese que ve en los periódicos grandes letras que desde el mismo inicio del conflicto ya daban como ganador a EEUU: EEUU invade, EEUU combate, EEUU reduce las últimas células de la resistencia, EEUU gana, EEUU aplasta. ¿Qué necesidad, pues, hay de estar infundiendo que andan arrechos y ansiosos de darle de patadas a alguien, nosotros para el caso?
Simple, señor come tintas: el petróleo allá no manó, no mana y al parecer no manará la cuota estable por ellos necesitada, ese ansiado soporte estratégico de los 20 millones de barriles diarios que consumen. Hay una situación de guerra (800 mil muertos) y las proyecciones para la extracción estable del soñado flujo negro de la tierra se complican con las acciones de sabotaje de la resistencia del país y su inestabilidad generalizada. De forma que la situación luce complicada, lenta, de minuciosa reconstrucción de un Estado títere que logre salvar las apariencias ante la comunidad internacional, de refundación legislativa pesarosa, mientras compran por $5 millones el voto de los parlamentarios para que les aprueben la "ley de petróleo" por ellos propuesta. Son detalles, señor come fintas, que no cuentan las trasnacionales mundiales de la noticia, controladas en un 73% por las corporaciones estadounidenses.
Cuando voltearon la mirada hacia el país vecino, Irán, después de constatar la dificultad de servirse al país invadido en bandeja de plata, terminaron por probar la fruta de la amargura y convencerse que el petróleo se ponía cada vez más difícil en el mundo. Irán les ladró con movimientos de alianza tipo "guerra fría" (Rusia) y puso en fuga sus arrestos belicosos por terminar de encender el área. Y ellos debieron, pues, desistir de sus aspiraciones expansivas, dejando un ejercito ocupante por allí cerca, en la vieja Babilonia, logrando apenas creer que podrían controlar a largo plazo la producción petrolera del país. Objetivos militares, políticos y geoestratégicos, ¡ni a medias!: ¿dónde está la producción petrolera? Ello sin contar el impacto desbancador político de esa fallida acción guerrerista sobre el gobierno republicano que regenta la Casablanca, con el estratega George W. Bush al frente.
La prueba es que el petróleo, además de no manar en la cantidad soñada, se disparó en sus precios a niveles inusitados para el soberbio cálculo imperial de las economías consumidoras: más de $100, con amenaza de llegar a los 200 si ahora a EEUU, en tierra suramericana, se le ocurre la "estratégica" y "genial" idea de meterse con Venezuela, el mayor depósito de oro negro del mundo, según recientes certificaciones. Un verdadero disparo por la culata que sumiría al mundo en una peligrosa situación de desbarajuste internacional, seguramente con proporciones de conflagración planetaria, porque el ataque a un gobierno constitucional nomás para birlarle sus yacimientos constituiría una invitación directa a la anarquía, al pisoteo del derecho internacional y a que cada polo de poder terráqueo proclame su necesidad de tomar militarmente otras “economías” para contrarrestar el poderío creciente de los EEUU. Una real propuesta de guerra mundial, para dejarnos ya de escrúpulos.
Ahora los tenemos aquí, más arrechos que nunca, con un déficit petrolero a futuro que raya en la histeria desesperante. No hay petróleo por ningún lado sin pagar "exorbitantes" precios, y el recurso de la guerra no parece asegurar en estos tiempos victorias totales (Irak “derrotada” no se rinde). "Hemos llegado", se dicen, "¡Qué tontos hemos sido, buscando petróleo difícil y tan lejos! Venezuela tiene petróleo y está aquí tan cerca, en nuestro solar geoestratégico". Junto a los pequeños grupos oligárquicos de la región suramericana, satélites culturales de la economía gringa, se repiten que son bienvenidos, largamente esperados, provenientes de ese somnoliento olvido en que habían relegado a su amado patiecito trasero, desde el mismo momento en que se habían asegurado de su coloniaje, de su ciega producción y provisión de servicios. Y olvido, chico, por aquello de sentir seguro lo que es tuyo, hasta sentir amenazas de su pérdida.
En el ínterin de sus lapsus, mientras imperialmente alzaban su vista hacia otros terrenos para la conquista de sus huestes, en América Latina rápidamente se ensambló un movimiento de refundación nacional, de concienciación soberana, de recuperación de repúblicas perdidas, tristemente mancilladas en su independencia e historia patria. Rápidamente (si a casi un siglo le cabe tal apreciación temporal) se engranó la queja, el sentimiento de desigualdad y exclusión, el lamento del hambre y la pobreza, el malestar por la patria pervertida en su condición soberana. Se formó el batallón para la nueva Guerra de Independencia. Porque aquí se pedía permiso al Norte para todo y el gringo, con la actitud más natural de quien se merece lo creado en el universo, se iba llevando "lo que es de nuestro pueblo, y sólo nos van dejando miseria y sudor de obrero", para decirlo en palabras del poeta y cantor Alí Primera en su Perdóneme Tío Juan. Lo último descubierto del apalancado sistema capitalista explotador en la región, amén de la quiebra de las economías locales, fue el descubrimiento de que en Bolivia se viven vencidos momentos de la civilización humana: esclavitud, terratenientes esclavizando a lo vivo que anduviera en su entorno y que requiriera un planto de comida para seguir viviendo.
Y en el ínterin, desguarnecidas de la atención imperial, las oligarquías criollas chillaban, denunciando haber desaparecido de la agenda política del gobierno de los EEUU. Hasta que ¡pum!, fueron complacidas, y por ahí andan cuales santos de la devoción americana, procurando servirles a la democracia y a su necesidad particular de petróleo. Pero no vinieron porque los llamaron, como les reclaman sus adeptos; vinieron porque lo necesitaban, atendiendo su universo geocentrista político, como siempre han hecho. Dizque el imperio se cae y anda en crisis −le soplaban sus mismos analistas−; consume cada vez más petróleo y no hay; tiene rato que no gana una guerra; se rebelan sus colonias, siendo necesario cuidar lo que se tiene, metiéndolas en cintura, protegiéndolas de sus propios bárbaros suramericanos. "Había que tomar medidas y aquí estamos", le explican a sus testaferros.
De modo que el plato de la calentura gringa lo pagamos nosotros, los latinoamericanos, porque en su concepto ofrecemos un blanco fácil de satisfacción de sus necesidades psicopolíticas, frustradas en otros espacios del planeta Tierra: (1) una ansiada victoria militar que suba su ego de potencia mundial temible, con una demostración de fuerza balsámica para el levante de su maltratado prestigio imperial; (2) un reaseguramiento de las zonas geoestratégicas, consecuencia de lo anterior; (3) un pequeño apaciguamiento de los ánimos ofuscados de los llamados perros de la guerra por el déficit de la guerra no hecha en Irán y (4) un poquitín más de petróleo. Coincidencialmente con el júbilo que su retorno a casa genera en las oligarquías criollas, cual padre pródigo, vienen con la percepción de que Venezuela "lo tiene todo". ¿Para qué más cabeceos contra la pared en otras aventuradas regiones? Balcanizar el ambiente es lo que resta hacer. Incendiar, dividir y debilitar para gobernar, devolviendo a los esclavos hacia su noria de trabajo, de donde no tendrían que haber escapado jamás, del mismo modo que no escapa una mula amarrada por el cuello. Por lo pronto, Bolivia es un paraíso para empezar. ¡Manos a la obra!
En fin, pues, don lector, aquí está el gringo. "¿Me querían? −pregunta emocionado a sus muchachos, disimulando sus frustraciones transoceánicas−. ¡Pues, aquí estoy!" Y como la famosa canción del frutero, se lanza a vender la variopinta mercancía de su arsenal, que no excluye mucho menos la de comprar allí donde no cundan sus testaferros. Así, extiende sobre el mostrador su libertaria necesidad de recuperar a América Latina, designando próceres para encabezar las retomas en cada sitio; extiende sobre el mostrador millones de dólares para financiar las acciones de reafirmamiento de las colonias, vistos, más que como gastos, como pequeñas inversiones para descomunales ganancias a futuro (¿cuánto cuesta una reserva de petróleo?); extiende sobre la mesa la necesidad de reducir los ánimos independentista de las pequeñas republiquetas, aunque para ello tenga que fomentar aspiraciones autonómicas y separatistas en sus localidades. Le explica con gran énfasis a sus cipayos, vehementes de golpes de Estado, que por los momentos −de gran desprestigio mundial− deben actuar de modo soterrado, realizando un trabajo previo, de zapa, bajo la inteligencia y presentación de su lenguaje político de siempre, lleno de la democracia del mundo, la libertad y la igualdad de las naciones. El palo cochinero final será un efecto consiguiente.
Por lo pronto, como todo vendedor que procura una ganancia en su balance general, pregonan los EEUU a todo grito sus productos libertarios y callan, naturalmente, sus estrategias de venta, ejercidas en el silencio y en el espíritu de la futura retribución: ALCA o TLC (pequeño ALCA), terrorismo, narcotráfico, guerrilla, dictadura o tiranía. ¿Comprará usted?
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