martes, 27 de abril de 2010

Ejércitos del cielo y pueblos renegados

Guerra y guerreros designados

Israel se arma, está armado, nuclearmente.  Pocos se atreverían a negarlo como un hecho, aunque nadie disponga de abiertas evidencias. Cosa así como el viento, que está allí y no lo ves, pero está allí.

Es una lógica cimentada sobre ciertas doctrinas de la invencibilidad y preponderancia militares que racionaliza la defensa y el poder como prerrogativas exclusivas de ciertos Estados providenciales, unos armados por estigmatizados y otros, en viceversa, estigmatizados por armados, hecho indistinto que deriva en el ese “necesario” y conocido armamentismo que amenaza a la vida humana.

Su visión de mundo es compartida (y apoyada) con uno de los países líderes en materia de armamento, los EEUU, de quienes tienen el visto “bueno”.  De modo que conforman una yunta se dirá celestial.  Uno ostenta el pergaminoso título de “pueblo elegido”, otorgado por un estrato histórico de la antigüedad, y el otro, el de “nación providencial”, condecorado por el cauce histórico de los modernos tiempos.

Pero el asunto va más allá aun:  además de compartir preocupaciones ofensivas y defensivas en materia militar, Israel posee mecanismo internos de presión en los EEUU que prácticamente lo convierten en un talón sensible para quienes procuran llegar a una disuasión con los EEUU. Es su aliado, suerte de parte del gran país, y presionar en pequeño a este es presionar en grande a aquel.

Viejos aliados contra la URSS que han tenido que proseguir el impulso histórico de su juntura, toreando las aguas de la descomposición de ese otro polo del poder en el mundo, navegándolas con la ínfula de quien ve la oportunidad histórica de prevalecer como la fuerza única, llevando a cuesta esa hierática condición de suponerse llamados a regir el mundo, por consiguiente intocables e invulnerables en tan divino rol.

Pero también han tenido que torear el surgimiento de sentidos propios de independencia en nuevos y viejos países, criterios políticos provenientes de la siembra de Guerra Fría, esa misma que dividio el mundo en “buenos” y “malos”; arreglárselas y confrontarse con los antiguos aliados de la URSS y con sus históricos enemigos político-religiosos.

Al día de hoy, post Guerra Fría, con un vecino iraní dotándose de armamento nuclear, un Irak invadido pero atacante otrora de su territorio, un nuevo protagonista con peso político y militar en el mundo (China, oponente de los EEUU) y una Corea del Norte (oponente también de los EEUU) armada hasta los dientes, además de la misma Rusia; al día de hoy, Israel mantiene relaciones potencialmente conflictivas con al menos 50 países del mundo.

Ello, sumado al hecho de su pequeña extensión territorial (algo más pequeño que el Estado Falcón), que lo hacen arrasable por el efecto de una sola bomba atómica, como las lanzadas sobre Hiroshima o Nagasaki, conducen a la extremación de lo asomado en el segundo párrafo de este escrito: las naciones “predestinadas” deben también extremar su capacidad de defensa y potencial de ataque, obligándose a la búsqueda de un arma “perfecta”, más allá de un poder atómico (ahora también en manos de países “forajidos” o “renegados”) que le aseguren la preponderancia y el ejercicio de su labor “divina”.

Y semejante esfuerzo, construido sobre la pesadilla de la vulnerabilidad territorial, ha derivado en la exploración y confección de los llamados escudos, de todo tipo:  antimisiles, de guerra de las galaxias, defensivo o preventivo, de David o lo que sea.  Ya se vio algo de esto en acción cuando la guerra contra Irak al usarse los famosos misiles Patriots.  Y nos ha puesto también al corriente ese esfuerzo de años de alianza y búsqueda con un versátil lenguaje guerrerista, nociones ya asimiladas por todos, como la normal existencia de sociedades completamente militarizadas, dotadas con ejercitos del pueblo o de dios, moviendo sus efectivos mediante operativos bélicos de carácter preventivo (guerras o ataque preventivos), luchando contra el terrorismo, el narcotráfico, el comunismo y las dictaduras antidemocráticas mundiales; y, por supuesto, ese esfuerzo nos trae la propuesta de que se acepte la especie de que el mundo es una militocracia providencial gobernado por los ejércitos:  ejércitos del pueblo, ejércitos de dios, ejércitos del pueblo de dios, ejército divino, ejército de la paz. Sí, ejércitos para la paz (¿no llaman así a los cascos azules de la ONU?).

“Israel mantiene relaciones potencialmente conflictivas con al menos 50 países del mundo”

Un mundo donde todos los no alineados con el centro de poder gobernante, con certificación divina y arraigo sideral, como dijimos, no podrán disponer del armamento deseado ni siquiera para su propia defensa.  Sobre tal contexto, para quien ose quebrar el uso poderil establecido (y se arme por su cuenta), toma concreta significación bélica el concepto de guerra o ataque “preventivos”, y se le despliegan también sus alas nociones como embargo, países “renegados” o “forajidos”, sanciones, veda al conocimiento que lleva al desarrollo de capacidades atómicas o cualquier otro mecanismo de presión.  Ni más ni menos como en el pasado, cuando el conocimiento en unos y la ignorancia en otros constituían el arma de los más poderosos.  Sólo el poder despliega el poder. Los palestinos le lanzan piedras a un ejercito de los mejor armado en el mundo.

El sueño de la invulnerabilidad, hoy imposible al ya existir naciones “renegadas” con poder nuclear (Irán, Corea), sin embargo espolea hacia el purismo de los conceptos defensivos y ofensivos enunciados:  la búsqueda del arma perfecta dentro de un círculo cerrado de naciones.   Lo que haya armado más allá de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y sus correlativas alineaciones han de ser situaciones o Estados renegados, así el armamento sea precisado para propia subsistencia y defensa.  El orden del poder establecido no podrá ser vulnerado por la irracionalidad de los más pequeños, menos si están armados. Y el poder establecido sólo podrá considerarse vulnerable por amenazas entre iguales (tal es la doctrina del poder militar en el mundo), únicos capaces de racionalidad sobre la conciencia de estar dotados de armamento de destrucción masiva.  Lo demás, como dijimos, son Estados renegados, suerte de peligrosísimos animalitos irracionales con poder nuclear (borrables, por consiguiente, en aras de la estabilidad del poder de uno.  A propósito, al presente pesa una amenaza nuclear contra Irán de parte de los EEUU, proferida por el número uno militar de los EEUU, Robert Gates).

El poder establecido es de tan alto y altanero vuelo que sólo concibe su destrucción con el enfrentamiento nomás entre iguales, mediante el acaecimiento de una contemplación teórica, llamada principio de “Destrucción Mutua Asegurada”.  Lo demás está fuera de la cofradía, es periferia.  EEUU e Israel, de acuerdo con los principios de seguridad, defensa y providencialidad, sólo consentirán en ser vulnerables ante un país como Rusia o China, para nombrar los dos únicos probables.

No deben quedar dudas, pues, de que quienes se despachan y se dan el cambio en materia de poder militar, inspeccionando, pechando y vedando nomás a los no alineados con sus intereses, hayan decidido con la mayor impunidad sembrar al Néguev con cientos de ojivas nucleares.  Las emanaciones producto del enriquecimiento del uranio sólo serán detectables y combatidas exclusivamente en países potencialmente “renegados”.

Breve nota sobre Venezuela y su defensa, país “renegado”.

Para un país como Venezuela, en cambio, en nada enclavado dentro de los llamados “ejércitos del cielo”, no se encontrará por allí ninguna teoría aceptable que justifique la defensa de sus ingentes recursos naturales mediante armamento, lo cuales al parecer deben quedar a disposición de quienes ejercen la doctrina militarista providencialista en el mundo (hay evidencias de la presencia del Mosad ya entre Venezuela y Colombia).  Por el contrario, encontrará usted con rapidez una certera descripción de cómo es que un país con el cuento de querer defender su dote natural y soberanía poco a poco se perfila como un Estado renegado o forajido, soñando con poder nuclear, descolonizándose de un tal “patio trasero” que hay por allí, enclavado dentro de una matriz diabólica conocida como “eje del mal” (Corea del Norte, Irán, Cuba, etc.).

No valdría de gran cosa argüir, por ejemplo, con el mismo atrevimiento ridículo con que otros se abrogan poderes divinos, que resguarda dentro de su territorio a la formación geológica más antigua del planeta (el Macizo Guayanés), lo cual podría dar materia para razonar que es un suelo realmente sagrado, inicio del mundo si se quiere, defendible religiosamente, puestos ya en la misma tónica de combatir estupidez con ridiculez.

Finalmente, puestos en la tónica de ser libres y hablar con soberanía, hay que decir que la libertad siempre ha consistido en eso:  deslastrarse de reconducidos mitos y magias atenazantes, reventar paradigmas, combatir al poder de uno, así se pregone sagrado.  Decir con Bolivar que si la naturaleza se hace oponente hay que luchar contra ella y dominarla.  A los renegados no les queda otra vía para ser libres en verdad.

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