
La muchachita de Alo Ciudadano preparó sus macundales y dijo adiós. Después de preparar una gráfica despedida, en la que manifestó no gustarle pasar por tales momentos, que había aprendido mucho y que se marchaba para emprender un proyecto personal, cerró la edición de ese día para echar a volar en busca de otros horizontes.
Las siguientes direcciones reseñan su despedida: Cotilleo mundano, El nuevo día y Alex.net.ve, entre otros, presentando el último el video de la despedida, para quienes tiendan más a la farándula.
En un principio, año 2.005, fungió como expresa máquina lectora de mensajes, dada su juventud e inexperiencia. Lógicamente no se le podía permitir un "close up" donde donde tomara la cámara para exponer sus titubeantes e incipientes opiniones, a riesgo de no ser conveniente para la línea editorial del programa. De modo que su papel rozó el estigma decoratorio, llegándose inclusive a escuchar que era una chica que cumplía con su trabajo de leer y ya, y que le resbalaba el contenido de los comentarios de furibundo antichavismo que suele editar la planta.
Confieso que semejante circunstancia no dejó de parecerme interesante. Estar plantado en un lugar, de modo indifirente, quizás protegiendo tu neutralidad o reales ideas, viendo cómo los misiles antigubernamentales cruzan el ambiente, parece inconcebible, más en una planta de televisión tan visceralmente oposicionista cómo Globovisión. Es difícil concebir un comunicador social allí que no haya hecho el juramento laboral defenestratorio, y, dada tal circunstancia, es más dificil imaginarse hacer vida social entre compañeros de trabajo cuya convicción democrática se esmera en perfeccionar el manual de cómo preparar el ambiente de relajo necesario para dar un golpe de Estado.
Pero no es el caso de la joven María Alejandra Otero. El tiempo se encargó de rasgar velos e iluminar bien el "cuartico" del estudio de Aló Ciudadano. No quedó lugar a dudas: apenas dominó un poco la técnica de hablar con más seguridad, poco a poco se fue atreviendo a levantar algo la voz y expresar uno que otro juicio sobre los comentarios que la recalcitrancia oposicionista enviaba. Su aprendizaje fue lento, como si fuera cierto el cuento de que sacaba ideas inadecuadas de su cabeza para meter otras, más en consonancia con el ambiente que le rodeaba. No de otro modo se tiene éxito y se asciende en una carrera.
Se circunscribió a tres puntos, todos basados en el presupuesto de combatir la imagen decorativa que proyectaba:
- familiarizarse con la jerga oposicionista: no es "golpe" sino "lucha por la libertad"; no es "gobierno" sino "oficialismo"; no es "ricos" ni "Country Club" ni "escuálidos", sino "sociedad civil"; no es "período presidencial" ni "democracia", sino "régimen"; no es "hordas" ni "rojo rojitos", sino "afectos al régimen"; no es "elecciones" sino "fraude", no es "ley" sino "intolerancia"; no es "democracia" sino "comunismo"; no son "amigos", sino Stalin, Fidel Castro, Lenín, Mao; no es Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba, sino "eje del mal", etc.
- al opinar sobre un comentario, o al hacer una disgresión, se debe combatir la ambigüedad, de modo que lo dicho sea unívocamente crítico al "régimen"
- no podrán leerse mensajes afectos al régimen, y los que se escojan deben están en la tónica juvenil y fresca de su edad (la de María Alejandra), pero siempre en contra del régimen.
Con tales premisas, y después de una breve práctica, la joven entonces arriesgó una incursión independiente, y luego otra y así hasta el día final que trabajó. Pero la consecuente confianza que se forja con la práctica nunca llegó para ella. No terminó de convencer y su voz, titubeante, no la ayudó gran cosa. Parecía, pues, quedarse siempre en la sensación de arriesgar una incursión, dada la inseguridad desplegada al hablar y manejar los tópicos desprendibles del análisis de los comentarios. Prueba de ello fue cuando soltó una "rosalada", es decir, una expresión que no se sabe si procede de la ignorancia o es producto de un lapsus linguis, aquello del "telón de Aquiles" (vea la anecdota aquí)
Una cosa es clara: la joven María Alejandra Otero al retirarse de una empresa comunicacional que prepondera la conspiración política y ha sido acusada de incitación al magnicidio, deja en evidencia que más rápido se aprende la línea editorial del golpe y la desestabilización que técnica alguna de trabajo o de expresión informativa.
A dos años de aprendizaje, el siguiente video la muestra en acción -supongo que en un cénit de madurez-, utilizando específicas palabras asimiladas de crítica política (intolerancia, régimen), seleccionando los mensajes de un sólo bando y poniendo su granito de arena en realizar un llamado a no "quedarse callado". Ante la escasez del recurso verbal, el video podría titularse el "Miedismo".
También puede notarse la persistencia de los detalles ya dichos, que hacen posible aventurar que no se va sino que la sustituyen por una trabajadora ya "aprendida": inseguridad, titubeo, descontrol gestual. Al hablar pareciera costarle mucho, y en sintonía con ello está su declaración de no ser amiga de discursos, prefiriendo despedirse gráficamente, como se dijo arriba y como lo hizo, utilizando carteles. Dos años fue el tiempo de espera del aprendizaje.
En el aspecto político, ¡buena alumna! 20.